LAS MENESTRAS DEL NEGRO
Cuando Juan Pablo Campaña llegó a
Quito proveniente de Santo Domingo de los Colorados, lo primero que comenzó a
extrañar era ese olorcito de los puestos de menestra con carne asada, que
inunda el ambiente de esa ciudad a partir de las seis de la tarde.
Iba para el centro, y nada; los
buscaba en los alrededores, y nada. ¡No habían menestras en Quito!, algo
incomprensible en una ciudad habitada por 'chagras' adictos a ese plato.
Entonces, había que inventarlas.
Y esa idea le quedó rondando en la cabeza. En esa época todavía era estudiante
de secundaria, y tenía otras cosas que resolver. En el colegio conoció a Juan
Manuel Pachano, y se hicieron 'grandes panas', no solo por los estudios, sino
porque Juan Manuel también tenía ese gustito por la comida y le atraían los riesgos.
Se hicieron socios y emprendieron
en un negocio de entrega de almuerzos en oficinas bancarias; después madrugaban
casi todos los días a Tandayapa, cerca de Nanegalito, a comprar truchas frescas
para sondear los gustillos gastronómicos de sus clientes; un tiempo les dio por
los ceviches. Y todo eso mientras todavía eran estudiantes. El único problema
que tenían era su edad. Demasiado jóvenes para el gusto de los bancos. Y solo
después de tanta insistencia, lograron un pequeño préstamo. En ese rebotar de
un lugar para otro, fueron a parar en un localito de tres por cuatro metros, en
la Roca y Seis de Diciembre, donde no cabían más de 15 personas. Y allí
comenzaron a vender menestras con carne y pollo, con la ayuda de una parrilla
casera.
Ellos mismos madrugaban al
mercado, cocinaban, servían y por la noche estudiaban.
A las pocas semanas, el local ya
les quedaba pequeño, lo cual los obligó a buscar uno más grande y a ponerle un
nombre atractivo, que además tuviera un gancho criollo. Y así nació Menestras
del negro, uno de los lugares de comida más concurridos en Quito, y una de las
cadenas más sólidas, que en dos años ha logrado abrir seis restaurantes y
planea abrir un séptimo y expandirse al resto del país.
Juan Pablo tiene ahora 23 años, y Juan Manuel, 24. Pasaron sin saber cómo, de estudiantes a empresarios, de vendedores de almuerzos a gerentes de una considerable cadena especializada en uno de los platos más tradicionales del Ecuador. "Resucitamos la menestra, y ya tú ves..." comenta alegre Juan Pablo y lo festeja Juan Manuel.
Juan Pablo tiene ahora 23 años, y Juan Manuel, 24. Pasaron sin saber cómo, de estudiantes a empresarios, de vendedores de almuerzos a gerentes de una considerable cadena especializada en uno de los platos más tradicionales del Ecuador. "Resucitamos la menestra, y ya tú ves..." comenta alegre Juan Pablo y lo festeja Juan Manuel.
Cuando pueden, ellos mismos van a
los restaurantes y se dedican a servir los platos. Es una manera de guardar el
sentido de equipo que tienen con los empleados, que suman más de 80, entre
meseros y personal administrativo.
Lo que nació como una 'hueca'
para saciar el hambre de los burócratas en la tardecita, es ahora una de las
cadenas de restaurantes más importantes de Quito. Y todo, porque Juan Pablo
Campaña extrañaba las menestras de Santo Domingo.
Cortos
Alrededor de este negocio
funcionan decenas de empresas proveedoras: vendedores de tarrinas, de
servilletas, fabricantes de vasos, comerciantes de arroz, de fréjol y de
lentejas, criadores de pollos, etc.
Son más de 80 familias, que se
benefician de esta fuente de trabajo.
LA FAVORITA
La pequeña bodega de jabones,
velas e importados, abierta en 1945 por Guillermo Wright Vallarino es hoy una
de las 500 empresas más eficientes del continente y la mayor red de
supermercados de Ecuador.
El espectacular crecimiento del
grupo La Favorita fue construido con base en una mezcla de buenas
ideas, organización, disciplina y decisiones acertadas.
Las cifras de La Favorita,
62 años después de su fundación, impresionan: entre diciembre de 2002 y
noviembre de 2003 más de 23,5 millones de clientes pasaron frente a las
registradoras de sus almacenes, en una nación de poco más de 12 millones de
habitantes. Es como si el país entero hubiera entrado dos veces a comprar en la
cadena.
La historia de la expansión
empieza en 1957, cuando La Favorita inauguró el primer autoservicio del
país y fue creciendo como negocio poco a poco hasta 1970, cuando se subió en la
nueva ola de los centros comerciales, que empezaban a construirse en Ecuador,
siguiendo la moda de los grandes malls en Estados Unidos.
El gran salto ocurre tras la
construcción del Centro Comercial Iñaquito, en Quito, donde La Favorita abrió
un Supermalia en 1971, iniciando el modelo y el nombre que llevarían a la
empresa a consolidarse en los años ochenta y noventa. Para 1981 la marca
Supermaxi ya estaba en los centros comerciales Amazonas, CCI, América y el
Centro Comercial del Sur y para 1988 La Favorita ya tenía 1 029
accionistas frente a los tres con que contaba en el año de su fundación.
Nuevamente otra decisión
acertada, como la de entrar en los centros comerciales, le dio impulso a la
empresa: en 1977 sus ejecutivos resolvieron que era mejor centralizar las
bodegas, esto significó que la mercancía no iba a ser recibida por cada local,
sino que iría a un único lugar de almacenamiento desde donde sería repartida a
cada almacén. Para los ejecutivos de La Favorita esta decisión, aparentemente
simple, tuvo un gran impacto en el crecimiento de la empresa.
El control sobre los proveedores
se hizo más eficiente, los costos (una vez centralizados) disminuyeron, la
verificación de calidad se hizo más sencilla y La Favorita racionalizó
un proceso que era largo y difícil. Sus competidores no adoptaron esta
estrategia y por eso no han logrado las tasas de crecimiento de La
Favorita, dice uno de los ejecutivos de esta última.
El efecto inmediato del modelo
fue la posibilidad de que La Favorita, una vez resuelto el esquema de
provisión, pudiera abrir locales en otras ciudades del país.